jueves, 1 de marzo de 2012

Un rodaje de 'locos': Aguirre, La Cólera de Dios

Hacer una película nunca se ha considerado una tarea sencilla, pero si hay dos nombres indiscutiblemente asociados a rodajes delirantes y esperpénticos, son sin duda Werner Herzog y Klaus Kinski, cuya primera colaboración fue el largometraje Aguirre, La Cólera de Dios (1972)
Kinski, que falleció en 1991, era un actor alemán con un temperamento diabólico, que sufría arrebatos de ira incontrolados, además de padecer coprolalia: enfermedad que le hacía proferir obscenidades sin poder refrenarse. En 1999, Herzog hizo un documental sobre Kinski, Mi Enemigo Íntimo, donde resaltó lo mejor y lo peor del actor, al que llega a definir como egomaníaco.

He aquí un fragmento del documental.


Visto lo visto, parece bastante cierto que Kinski no estaba muy bien de la cabeza, pero hay que decir que Herzog no se queda muy atrás. Y aunque el director siempre ha tenido un carácter sosegado y tranquilo, su propia personalidad se vislumbra en los personajes que protagonizan sus películas:
"Megalómanos excéntricos, incomprendidos por la sociedad, y obsesionados con ambiciosos y delirantes proyectos abocados a la locura o al fracaso".
Kinski acusaba a Herzog de ser también un megalómano, enamorado de sí mismo y de su arte, que no dudaba en poner en peligro a los demás para llevar a cabo sus descabellados rodajes.

Con un actor y un director de tales características, resulta coherente que la película tratase sobre un controvertido personaje histórico, considerado un 'loco' por muchos: Lope de Aguirre.
Este conquistador español participó en una de las expediciones más lunáticas de la historia, la búsqueda de El Dorado por la Selva Amazónica en el siglo XVI. Aguirre se amotinó y asumió el poder en la expedición, llegando a desafiar por carta a Felipe II, y autoproclamándose príncipe de Peru, Tierra Firme y Chile.

En el corazón de las tinieblas

Así pues, Herzog, que no es muy amigo de los platós ni de los artificios, se plantó con su equipo en pleno Amazonas peruano, donde durante dos meses tuvieron que vivir prácticamente en balsas. Según cuenta Kinski en su diario, apenas tenían medios y tuvieron que sufrir picaduras de mosquitos, fiebres, dientería, agotamiento y hambre.

Al parecer, Herzog estaba tan obsesionado con dotar del máximo realismo a su película, que les hacía pasar todo tipo de penalidades para que llegaran a la extenuación y así resultaran más convincentes sus interpretaciones. Con lo que algunos acabaron incluso bebiendo agua del río, mientras el director y su jefe de producción acaparaban para sí la mayoría de alimentos y agua.

Una de las jornadas más duras del rodaje lo narra kisnki de la siguiente manera:
  “Hoy, a las tres de la madrugada, nos despiertan brutalmente en nuestras balsas. Nos dicen que no hay tiempo para desayunar, ni siquiera para tomar un café, y que vamos a navegar sólo veinte minutos, hasta el próximo poblado indio a la orilla del río. Allí, dicen, nos darán de todo. Pero los supuestos veinte minutos se convierten en dieciocho horas. Como siempre, Herzog nos ha mentido.
Con las cabezas metidas en los pesados cascos de acero, que el sol lacerante calienta hasta tal punto que nos quemamos, pasamos el día entero sin techo y sin la menor sombra, sin comer ni beber, sometidos al calor más implacable. La gente va cayendo como moscas. Primero las chicas, luego los hombres, uno detrás de otro. La mayoría tienen las piernas llenas de pus e hinchadas hasta la desfiguración por culpa de las picaduras de mosquitos.
Cuando, al atardecer, llegamos por fin a un poblado indio, resulta que está en llamas. Herzog lo ha hecho incendiar, y hambrientos y medio muertos de sed, tambaleándonos de agotamiento de dieciocho horas de calor infernal, tenemos que atacar el poblado indio directamente desde las balsas, tal como ordena el estúpido guión.”
En tales circunstancias, cualquiera puede hacerse una idea de cómo acabó siendo la relación de Kinski con Herzog. El actor empezó a albergar un profundo odio hacia su director, y no permitía que se le acercara ni que le dirigiera la palabra, soltando una cantidad ingente de insultos cada vez que lo veía.
La cosa llegó a tal extremo que un día Kinski amenazó con marcharse del rodaje y el director le dijo que si lo intentaba, le mataría pegándole ocho tiros, y suicidándose después. Kinski aceptó el desafío y lo estuvo esperando esa noche en su balsa con un rifle preparado, pero al final Herzog le pidió perdón y siguieron el rodaje.
Kinski agrediendo a Herzog durante el rodaje de Cobra Verde (1987)
Finalmente, toda esa tortura obtuvo sus frutos. Aguirre, La Cólera de Dios se convirtió tras su estreno en un éxito que a dió a conocer a Herzog en todo el mundo, y consagró a su actor principal como un genio de la interpretación. La película llegó a influenciar incluso al mismísimo Francis Ford Coppola, a quien Aguirre le sirvió de inspiración para hacer Apocalypse Now (1979).

Pero a Kinski le costó olvidar los sucedido, y se pasó varios años sin querer hablar con el realizador. Nadie hubiera dicho entonces que volverían a trabajar juntos, y sin embargo, no sólo acabaron realizando cinco películas juntos, sino que a principio de los ochenta volverían al Amazonas para trabajar en Fitzcarraldo. Un rodaje que llegó a ser aún más delirante si cabe que el de Aguirre, en el que llegaron a verse situaciones de un surrealismo sin precedentes en la historia del cine, y sobre el que escribiré próximamente.


2 comentarios:

  1. La he visto y me ha gustado mucho porque la sencillez y sobriedad de las imágenes, su ritmo sin ritmo, la música profunda hacen que realmente creas que así hubieran sido las mismas imágenes de hace 400 años. Es como meter una cámara en el túnel del tiempo.

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