lunes, 26 de noviembre de 2012

'O Apóstolo': Stop motion made in Spain

O Apóstolo es una película que ahora mismo debería estar en boca de todos, no sólo por su calidad cinematográfica, sino por tener el mérito de ser el primer largometraje europeo hecho en stop motion estereoscópico. Es decir, que se ha rodado con muñecos, captando cada uno de sus movimientos fotograma a fotograma, y encima en 3D. El esfuerzo de hacer todo un largometraje así es simplemente colosal; de hecho, para llevarla a cabo más de 200 personas estuvieron trabajando durante tres largos años. Los resultados, a juzgar por el trailer, dan muestras de una gran calidad artística. No en vano, la cinta ha cosechado premios a lo largo y ancho del planeta, en los festivales de Moscú, Marsella, Buenos Aires y Málaga.


Sin embargo, quien quiera acercarse a los cines para juzgarla por sí mismo lo tendrá complicado, puesto que la obra sólo ha podido ser distribuida hasta el momento en un puñado de salas españolas. Los pormenores de la mala planificación en la distribución los podréis leer en este artículo de  la revista Fotogramas.  Enlace al artículo.

Este caso ilustra una vez más el desafío que supone en un país como España apostar por el talento y la innovación, no sólo en el sector audiovisual, sino en cualquier ámbito. Esta falta de fe y menosprecio por todo lo que se haga dentro de nuestras fronteras es justo lo que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos. Por todo esto, se está realizando una campaña de recogida de firmas para intentar que O Apóstolo pueda exhibirse como se merece.
Enlace a la petición.

Al parecer se está preparando también una versión americana del film, que podría contar con la voz de actores como Gary Oldman, John Goodman e incluso George Clooney. Así que esperemos que al menos O Apóstolo pueda contar fuera de nuestras fronteras con un mayor apoyo del que ha encontrado aquí.

domingo, 18 de noviembre de 2012

La fantasía en los 80: Los Exploradores

De toda la vida ha sido bien conocido por todos el gusto de los niños por construir sus propios refugios. Una caja de cartón, una mesa camilla o los cojines del sofá fueron siempre más que suficientes para que cualquier pequeño tuviera una tarde de lo más entretenida y emocionante. De este modo, conforme los chiquillos se iban haciendo mayores, el ímpetu chabolista les llevaba a emprender obras más complejas con la ayuda de sus amigos, o incluso sus padres. Así, los más privilegiados entre los chavales quizás podían disfrutar de una casita en el árbol de su jardín, pero la mayoría se había de conformar, como mucho, con una choza construida en algún descampado con  chatarra, maderas y mobiliario variado, recogido del contenedor de basura o de alguna obra.
Obviamente esto hoy en día se ha perdido en gran medida, porque aun en el caso de que se pudiera convencer a los niños de que hay cosas mejores que la PSP, la recogida de chatarra en la actualidad tiene una competencia desmedida. Y una 'obra', entendida como lugar donde se construye un edificio, es un concepto casi mitológico para la mayoría de los infantes.

Sea como fuere, lo cierto es que aquellos refugios construidos artesanalmente suponían un lugar donde no había reglas ni límites. Donde se disponía de una simulada independencia, y se abría una ventana a la imaginación, pero que podías cerrar en cuanto te apeteciera ir a tu verdadera casa a tomarte un bocata de nocilla recién hecho por tu madre.

En 1985, alguien en Hollywood tuvo la brillante idea de tomar esta pasión juvenil y elevarla a su quinta esencia. ¿Imaginan qué supondría para un niño poder soñar que puede construir junto a sus amigos su propia nave espacial con la que surcar el espacio exterior? La respuesta la saben muchos de los que crecimos en los 80. Su nombre: Los Exploradores.

La película fue dirigida por un habitual en la ciencia ficción juvenil de la época: Joe Dante, que un año antes había cosechado el que sería su mayor éxito: GremlinsPero especialmente destacable es su reparto, donde encontramos a unos jovencísimos Ethan Hawke y River Phoenix interpretando sus primeros papeles en el cine.

Ethan Hawke y River Phoenix en una escena de la película.
Los Exploradores es una de esas películas que a muchos nos encantaron de pequeños, y cuyo recuerdo nos llena de nostalgia, pero que al volver a ver después de muchos años seguramente decepcionará a muchos. Y es que, a diferencia de otras cintas de la época como Los Goonies o La princesa prometida, es difícil disfrutar plenamente con ella sin la ingenuidad y fantasía propia de un niño. 
Analizada a día de hoy, la primera parte del filme aún sigue teniendo cierto gancho, sobre todo el proceso de construcción de la nave espacial y su viaje inaugural, en el que destrozan medio pueblo. Y el personaje del niño científico, interpretado por Phoenix, encandila a cualquiera con su impresionante manejo del ordenador, haciendo que la informática resulte más fascinante que cualquier sortilegio de Harry Potter. Sin embargo, la parte final, cuando contactan con unos excéntricos extraterrestres teleadictos, acaba por resultar decepcionante incluso para los propios personajes de la trama.

Pese a todo,  Los Exploradores fue una de esas maravillosas películas ochenteras que merecen la pena ser recordadas, aunque sólo sea por esas inolvidables sobremesas que nos brindaban los fines de semana, haciéndonos soñar con increíbles aventuras que luego tratábamos de revivir con nuestros amigos en la calle.




sábado, 10 de noviembre de 2012

Nuevos trailers: 'Django' y 'Los Miserables'

Este invierno va a estar cargado de estrenos muy interesantes.
Por un lado, se está generando una gran expectación entre los fans de Quentin Tarantino, que por fin se adentra de lleno en el  mundo del western con Django, desencadenado.



Por otro lado, tenemos a la que puede ser la gran sorpresa del año: Los Miserables. Adaptación al cine del exitoso musical basado en la novela de Victor Hugo. Dirigida por Tom Hooper (El discurso del rey) y protagonizada por Hugh Jackman, Russell Crowe y Anne Hathaway. La cosa promete.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Un rodaje de 'locos' II: Fitzcarraldo

Tras la tormento y el éxtasis que supuso la filmación de Aguirre, La Cólera de Dios, sobre el cual ya escribí una entrada anteriorWerner Herzog y Klaus Kinski volvieron a internarse juntos en la Selva Amazónica para abordar uno de los rodajes más increíbles que se han llevado a cabo: Fitzcarraldo.


La película trata sobre la historia real de Isaías Fermín Fitzcarrald, un comerciante de caucho y amante de la música, obsesionado con construir un teatro de la ópera en Iquitos, en pleno Amazonas peruano. Para obtener el capital necesario, Fitzcarrald trató de abrir una nueva ruta comercial entre dos ríos que en un determinado punto fluían a tan sólo 11 km el uno del otro, lugar que hoy día se sigue llamando el Istmo de Fizcarraldo. Para demostrar la valía de su descubrimiento y encontrar financiación para hacer una carretera que uniera ambos ríos, Fitzcarrald se llevó un barco e hizo que lo transportaran por el istmo; un camino en el que hubo que subir alturas de hasta 500 metros y en el que tardaron dos meses trabajando centenares de indios y blancos.

Cuando Werner Herzog conoció la historia de Fitzcarrald, en seguida se sintió atraído hacia esa 'conquista de lo inútil' que suponía la epopeya del cauchero peruano. Curiosamente, Herzog escribió el guión de la película en la casa de Francis Ford Coppola, que hacía poco también había estado en la jungla jugándose la salud (tanto física como mental) en el tortuoso y célebre rodaje de Apocalypse Now.
El cineasta alemán presentó el proyecto a los directivos de la Fox y recibió su visto bueno, ya que todos daban por hecho que la película se haría en un estudio, con maquetas y efectos especiales. Pero Herzog dijo que no, que su obra se rodaría en plena selva y con un barco de verdad subiendo una colina. Esto hizo que los estudios se replanteasen financiar un proyecto de tan alto riesgo, y Herzog tuvo que buscar dinero hasta de debajo de las piedras, e incluso arruinarse gastando su fortuna personal, para conseguir hacer las cosas a su manera.
Posiblemente, los directivos de los estudios se hubiera ahorrado tiempo y esfuerzos si previamente hubieran investigado un poco sobre el tipo de persona que les pedía apoyo.
Fotograma de También los enanos empezaron pequeños
Durante una de sus primeras películas, titulada También los enanos empezaron pequeños (1970); Werner Herzog, como de costumbre, hizo pasar serios apuros a los actores. Así que para demostrarles lo consciente que era del riesgo que corrían y dejar bien claro que él era el primero en dejarse la piel en el proyecto, Herzog apostó que si al final el rodaje salía bien se tiraría desnudo sobre un cactus. Al parecer aún tiene en el interior de sus rodillas algunas púas alojadas.

En otra ocasión, se fue a filmar a una pequeña isla que había sida evacuada ante la inminencia de una erupción volcánica, para crear el documental: La Soufrière (1977). Y más recientemente, el cineasta protagonizó dos curiosos acontecimientos en los Estados Unidos. El primero fue la hazaña de rescatar al actor Joaquin Phoenix tras haber sufrido un accidente de tráfico; el segundo, haber recibido un disparo de una escopeta de aire durante una entrevista, y haber continuado la entrevista sin siquiera pasar por el hospital.

Pero quizás la anécdota  más peculiar y que mejor demuestran el gusto por los desafíos y la determinación extrema de Werner Herzog, es esa vez que se comió literalmente su propio zapato: Al parecer, quería motivar a su amigo Errol Morris, que carecía de dinero ni equipo para rodar, así que le apostó que si acababa su documental, él se comería su propio zapato. Así que en 1980, cuando  Morris estrenó su documental Gates of Heaven, Herzog cumplió su palabra, tal como atestigua la pequeña película con el que Les Blanc inmortalizó el momento.

- Pueden ver el documental completo aquí (en inglés)


Con tales antecedentes, ya pueden suponer que este cineasta aventurero no paró hasta conseguir rodar Fitzcarraldo a su gusto, aunque para ello tuviera que pasarse tres años en la jungla. Las dificultades fueron muchas y, afortunadamente, esta vez quedaron registradas en un maravilloso documental de Les Blanc titulado Burden of dreams

A finales de 1979, tras haber encontrado una localización perfecta y haber estado un mes montando el campamento y haciendo preparativos, Herzog y su equipo tuvieron que huir a toda prisa, ante la hostilidad de los habitantes de la región, que les habían amenazado de muerte y tras su huida quemaron el campamento. Hasta trece meses más tarde no encontraron otra localización adecuada y pudieron comenzar el rodaje, que contó como protagonistas a Jason Robards como Fitzcarrado, y a Mick Jagger encarnando a su ayudante. Sin embargo, varias semanas más tardes Robards enfermó de disentería y tuvo que volver a los Estados Unidos. El rodaje tuvo que suspenderse de forma indefinida y Jagger tuvo que abandonar para iniciar una gira musical.
Fue el peor varapalo para Herzog, que ya tenía filmado una 40% de la película, pero que tuvo la fortaleza para volver a filmarla desde el principio, alegando que si abandonaba este proyecto, sería un hombre sin sueños.

Jason Robards y Mick Jagger rodando Fitzcarraldo
De este modo, con un empeño similar al del mismo Isaias Fitzcarrald, el director dio con Klaus Kinski, su 'mejor enemigo', quien al parecer estaba destinado inexorablemente a encarnar al cauchero peruano.
Cualquiera que ya esté puesto en antecedentes sobre el polémico actor, podrá suponer que acabó siendo una de las mayores fuentes de conflictos durante el rodaje, como ya pasara en Aguirre, La cólera de Dios.
Como de costumbre, Kinski, solía desatar su furia y su incontinencia verbal cuando uno menos lo esperaba. Así que esta vez, fueron unos indios que hacían de extras quienes le propusieron a Werner Herzog matar al actor por él. El director se negó, lógicamente, pues sin él sería imposible acabar la película, aunque pronto se arrepintió de su negativa. Uno de estos ataques de ira fue filmada por Les Blank en su documental. En este caso, todo se debió a que no le gustaba la comida.


Sin embargo, el auténtico reto de la película llegó a la hora de filmar la secuencia en que el barco de vapor era arrastrado por la ladera de una colina, sin la ayuda de efectos especiales y en medio de la selva. Desde el primer momento, muchos tacharon a Herzog de loco por su empeño en llevar a cabo un propósito tan descabellado. El cineasta era consciente de todo esto, pero estaba fascinado con la estampa del barco surcando la jungla y quería que fuera una imagen llena de fuerza, pues en ella residía la gran metáfora de la historia.
Para lleva a cabo tal hazaña, se contó con un ejército de indígenas que, a la vez que hacían de extras, izaban realmente el barco, ayudados por un sistema de grúas y poleas que hacían la tarea más llevadera. Al parecer, el ingeniero brasileño que ayudó a diseñar tal sistema abandonó el rodaje al no querer hacerse responsable de lo que en su opinión sería una catástrofe que costaría muchas vidas. Finalmente, aunque el barco se soltó alguna que otra vez, y el peligro era latente, no hubo consecuencias de gravedad (aunque hay quien sostiene que hubo un par de muertos).

Werner Herzog durante el rodaje
Así pues, se puede afirmar que han existido dos hombres que han transportado un barco por la Selva Amazónica: Uno fue Isaias Fitzcarrald y el otro Werner Herzog, el hombre que hizo una película sobre Fitzcarrald. Paradójico ¿verdad? Sin embargo, no lo hicieron en las mismas condiciones. El auténtico Fermin Isaías Fitzcarrald no hizo pasar una barco de vapor, sino una embarcación más pequeña, que además hizo desmontar en varias partes para su transporte a través de los once kilómetros de selva. Werner Herzog, en cambio, quiso hacer surcar el Amazonas a un barco íntegro de más de 300 toneladas; con lo cual, el rodaje de la película posiblemente supuso una hazaña aún más difícil y descabellada que la propia historia sobre la que trataba.

Por todo esto, la grandeza de Fitzcarraldo no sólo se debe a la propia obra (que es fantástica en mi opinión) sino al hecho en sí de que pudiera ser rodada. Desde luego, su filmación fue una auténtica epopeya llena de anécdotas y situaciones delirantes, muchas de las cuales he obviado, pero que son contadas tanto en Burden of Dreams como en La conquista de lo inútil, el diario que Herzog escribió durante el rodaje.
Cuando uno se hace consciente de todo el tiempo, el trabajo, el dinero y el sufrimiento invertido para, al fin y al cabo, que un cineasta obcecado pudiera captar la imagen de un barco reptando una colina; es imposible no preguntarse ¿Era necesario?
Probablemente no, pero fue la opción estética de un creador que llegó a concebir el acto de hacer cine como un auténtico desafío titánico. Un artista, que, al igual que el protagonista de su obra, hizo lo imposible para conquistar su sueño, aún a sabiendas de que el arte podría ser su única recompensa.