viernes, 2 de noviembre de 2012

Un rodaje de 'locos' II: Fitzcarraldo

Tras la tormento y el éxtasis que supuso la filmación de Aguirre, La Cólera de Dios, sobre el cual ya escribí una entrada anteriorWerner Herzog y Klaus Kinski volvieron a internarse juntos en la Selva Amazónica para abordar uno de los rodajes más increíbles que se han llevado a cabo: Fitzcarraldo.


La película trata sobre la historia real de Isaías Fermín Fitzcarrald, un comerciante de caucho y amante de la música, obsesionado con construir un teatro de la ópera en Iquitos, en pleno Amazonas peruano. Para obtener el capital necesario, Fitzcarrald trató de abrir una nueva ruta comercial entre dos ríos que en un determinado punto fluían a tan sólo 11 km el uno del otro, lugar que hoy día se sigue llamando el Istmo de Fizcarraldo. Para demostrar la valía de su descubrimiento y encontrar financiación para hacer una carretera que uniera ambos ríos, Fitzcarrald se llevó un barco e hizo que lo transportaran por el istmo; un camino en el que hubo que subir alturas de hasta 500 metros y en el que tardaron dos meses trabajando centenares de indios y blancos.

Cuando Werner Herzog conoció la historia de Fitzcarrald, en seguida se sintió atraído hacia esa 'conquista de lo inútil' que suponía la epopeya del cauchero peruano. Curiosamente, Herzog escribió el guión de la película en la casa de Francis Ford Coppola, que hacía poco también había estado en la jungla jugándose la salud (tanto física como mental) en el tortuoso y célebre rodaje de Apocalypse Now.
El cineasta alemán presentó el proyecto a los directivos de la Fox y recibió su visto bueno, ya que todos daban por hecho que la película se haría en un estudio, con maquetas y efectos especiales. Pero Herzog dijo que no, que su obra se rodaría en plena selva y con un barco de verdad subiendo una colina. Esto hizo que los estudios se replanteasen financiar un proyecto de tan alto riesgo, y Herzog tuvo que buscar dinero hasta de debajo de las piedras, e incluso arruinarse gastando su fortuna personal, para conseguir hacer las cosas a su manera.
Posiblemente, los directivos de los estudios se hubiera ahorrado tiempo y esfuerzos si previamente hubieran investigado un poco sobre el tipo de persona que les pedía apoyo.
Fotograma de También los enanos empezaron pequeños
Durante una de sus primeras películas, titulada También los enanos empezaron pequeños (1970); Werner Herzog, como de costumbre, hizo pasar serios apuros a los actores. Así que para demostrarles lo consciente que era del riesgo que corrían y dejar bien claro que él era el primero en dejarse la piel en el proyecto, Herzog apostó que si al final el rodaje salía bien se tiraría desnudo sobre un cactus. Al parecer aún tiene en el interior de sus rodillas algunas púas alojadas.

En otra ocasión, se fue a filmar a una pequeña isla que había sida evacuada ante la inminencia de una erupción volcánica, para crear el documental: La Soufrière (1977). Y más recientemente, el cineasta protagonizó dos curiosos acontecimientos en los Estados Unidos. El primero fue la hazaña de rescatar al actor Joaquin Phoenix tras haber sufrido un accidente de tráfico; el segundo, haber recibido un disparo de una escopeta de aire durante una entrevista, y haber continuado la entrevista sin siquiera pasar por el hospital.

Pero quizás la anécdota  más peculiar y que mejor demuestran el gusto por los desafíos y la determinación extrema de Werner Herzog, es esa vez que se comió literalmente su propio zapato: Al parecer, quería motivar a su amigo Errol Morris, que carecía de dinero ni equipo para rodar, así que le apostó que si acababa su documental, él se comería su propio zapato. Así que en 1980, cuando  Morris estrenó su documental Gates of Heaven, Herzog cumplió su palabra, tal como atestigua la pequeña película con el que Les Blanc inmortalizó el momento.

- Pueden ver el documental completo aquí (en inglés)


Con tales antecedentes, ya pueden suponer que este cineasta aventurero no paró hasta conseguir rodar Fitzcarraldo a su gusto, aunque para ello tuviera que pasarse tres años en la jungla. Las dificultades fueron muchas y, afortunadamente, esta vez quedaron registradas en un maravilloso documental de Les Blanc titulado Burden of dreams

A finales de 1979, tras haber encontrado una localización perfecta y haber estado un mes montando el campamento y haciendo preparativos, Herzog y su equipo tuvieron que huir a toda prisa, ante la hostilidad de los habitantes de la región, que les habían amenazado de muerte y tras su huida quemaron el campamento. Hasta trece meses más tarde no encontraron otra localización adecuada y pudieron comenzar el rodaje, que contó como protagonistas a Jason Robards como Fitzcarrado, y a Mick Jagger encarnando a su ayudante. Sin embargo, varias semanas más tardes Robards enfermó de disentería y tuvo que volver a los Estados Unidos. El rodaje tuvo que suspenderse de forma indefinida y Jagger tuvo que abandonar para iniciar una gira musical.
Fue el peor varapalo para Herzog, que ya tenía filmado una 40% de la película, pero que tuvo la fortaleza para volver a filmarla desde el principio, alegando que si abandonaba este proyecto, sería un hombre sin sueños.

Jason Robards y Mick Jagger rodando Fitzcarraldo
De este modo, con un empeño similar al del mismo Isaias Fitzcarrald, el director dio con Klaus Kinski, su 'mejor enemigo', quien al parecer estaba destinado inexorablemente a encarnar al cauchero peruano.
Cualquiera que ya esté puesto en antecedentes sobre el polémico actor, podrá suponer que acabó siendo una de las mayores fuentes de conflictos durante el rodaje, como ya pasara en Aguirre, La cólera de Dios.
Como de costumbre, Kinski, solía desatar su furia y su incontinencia verbal cuando uno menos lo esperaba. Así que esta vez, fueron unos indios que hacían de extras quienes le propusieron a Werner Herzog matar al actor por él. El director se negó, lógicamente, pues sin él sería imposible acabar la película, aunque pronto se arrepintió de su negativa. Uno de estos ataques de ira fue filmada por Les Blank en su documental. En este caso, todo se debió a que no le gustaba la comida.


Sin embargo, el auténtico reto de la película llegó a la hora de filmar la secuencia en que el barco de vapor era arrastrado por la ladera de una colina, sin la ayuda de efectos especiales y en medio de la selva. Desde el primer momento, muchos tacharon a Herzog de loco por su empeño en llevar a cabo un propósito tan descabellado. El cineasta era consciente de todo esto, pero estaba fascinado con la estampa del barco surcando la jungla y quería que fuera una imagen llena de fuerza, pues en ella residía la gran metáfora de la historia.
Para lleva a cabo tal hazaña, se contó con un ejército de indígenas que, a la vez que hacían de extras, izaban realmente el barco, ayudados por un sistema de grúas y poleas que hacían la tarea más llevadera. Al parecer, el ingeniero brasileño que ayudó a diseñar tal sistema abandonó el rodaje al no querer hacerse responsable de lo que en su opinión sería una catástrofe que costaría muchas vidas. Finalmente, aunque el barco se soltó alguna que otra vez, y el peligro era latente, no hubo consecuencias de gravedad (aunque hay quien sostiene que hubo un par de muertos).

Werner Herzog durante el rodaje
Así pues, se puede afirmar que han existido dos hombres que han transportado un barco por la Selva Amazónica: Uno fue Isaias Fitzcarrald y el otro Werner Herzog, el hombre que hizo una película sobre Fitzcarrald. Paradójico ¿verdad? Sin embargo, no lo hicieron en las mismas condiciones. El auténtico Fermin Isaías Fitzcarrald no hizo pasar una barco de vapor, sino una embarcación más pequeña, que además hizo desmontar en varias partes para su transporte a través de los once kilómetros de selva. Werner Herzog, en cambio, quiso hacer surcar el Amazonas a un barco íntegro de más de 300 toneladas; con lo cual, el rodaje de la película posiblemente supuso una hazaña aún más difícil y descabellada que la propia historia sobre la que trataba.

Por todo esto, la grandeza de Fitzcarraldo no sólo se debe a la propia obra (que es fantástica en mi opinión) sino al hecho en sí de que pudiera ser rodada. Desde luego, su filmación fue una auténtica epopeya llena de anécdotas y situaciones delirantes, muchas de las cuales he obviado, pero que son contadas tanto en Burden of Dreams como en La conquista de lo inútil, el diario que Herzog escribió durante el rodaje.
Cuando uno se hace consciente de todo el tiempo, el trabajo, el dinero y el sufrimiento invertido para, al fin y al cabo, que un cineasta obcecado pudiera captar la imagen de un barco reptando una colina; es imposible no preguntarse ¿Era necesario?
Probablemente no, pero fue la opción estética de un creador que llegó a concebir el acto de hacer cine como un auténtico desafío titánico. Un artista, que, al igual que el protagonista de su obra, hizo lo imposible para conquistar su sueño, aún a sabiendas de que el arte podría ser su única recompensa.




1 comentario:

  1. es realmente asombroso como el hecho de querer conseguir los sueños nos llevan a hacer cosas que parecen imposibles... asombroso de verdad !!

    Te pido por favor si me podrías mandar algún link donde pueda encontrar el documental Burden of dreams. Me interesa bastante saber mas sobre épica hazaña.

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