jueves, 23 de febrero de 2012

The Artist: Bofetada a la industria del cine

¿Cómo? ¿Todavía no han visto The Artist? Pues deje de leer ahora mismo. Apague el ordenador y vayase pitando al cine más cercano.


Si ha vuelto ya del cine, se habrá dado cuenta de por qué el film de Michel Hazanavicius  ha sido el fenómeno del año, y tiene muchas posibilidades de dar la campanada en los Oscars. Y no es para  menos, porque en un momento donde la postmodernidad campa a sus anchas, y directores como Scorsese o Spielberg  acuden al 3D intentando innovar y abrir nuevas vías de espectáculo, The artist ha apostado por una fórmula diferente: 'Cuando todo el mundo trata de ser moderno, lo más transgresor puede ser volver a los orígenes.'
Para sorpresa de muchos, la película ha conseguido un gran éxito de crítica y taquilla, y eso pese a ser un film mudo. O, por el contrario, debido precisamente a ello.

The Artist cuenta la historia de George Valentin (Jean Dujardin), un célebre actor de cine mudo que con la llegada del sonoro y el Crack del 29 cae en desgracia. En cambio, una discreta actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo), que se introdujo en la industria de la mano de Valentin, al que admira, se convierte en la nueva estrella y tratará de hacer que el actor vuelva al cine.
Como es evidente, esta historia, narrada de forma emotiva, directa y sencilla, ha calado de lo lindo en una sociedad que se ve claramente reflejada en el declive de George Valentin, y su incapacidad de adaptarse a una modernidad que rechaza.

Pero yendo más allá, y dado el fuerte carácter metalingüístico de la cinta, es inevitable relacionar su discurso con la actual situación de la industria cinematográfica y su confrontación con el implacable avance de internet. Y es que, en su lucha contra 'la red', el séptimo arte ha vuelto a encauzar la misma actitud hostil que ya tuvo frente a la televisión. Algo que sólo ha ido desembocando en una paulatina degradación del arte cinematográfico en su afán por conseguir una espectacularidad que lo diferencie de los medios competidores.
Al igual que George Valentin, gran parte de la industria cinematográfica actual se va hundiendo en las arenas movedizas de su propio orgullo, extendiendo cheques que costeen exóticas aventuras cada vez más carentes de contenido. Todo para negar la evidencia de que 'todo debe cambiar para que nada cambie'.


Parece paradójico que en una obra que habla sobre la adaptación a los cambios, Hazanavicius haya elegido un formato tan aparentemente obsoleto como es el cine mudo. Sin embargo, este artificio no sólo sirve para impactar, sino que es coherente con lo que cuenta la película, complementando y completando su discurso de forma muy ilustrativa.
The Artist se desnuda como una forma de volver a los orígenes, a su esencia, y demostrar que el futuro no puede limitarse sólo a la tecnología. Pues la clave no está en internet, ni en las tres dimensiones, ni en la alta definición, ni tan siquiera en el sonido. Al final, lo único que hace grande al cine es contar una buena historia y saber contarla bien. Y todo lo demás debe subordinarse a ello.

En definitiva, la película le propina una bofetada a la industria del cine para que que reaccione, y vuelva a ser consciente de que hay que adaptarse a los cambios, pero sin olvidar nunca dónde reside su auténtico valor.
De este modo, tanto al cine como a la totalidad de la sociedad, se les da la opción de seguir los pasos del personaje de Peppy Miller, que mientras se hacía un hueco en la modernidad, trataba de arrastrar consigo las mejores cualidades de quien le precedió.

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